El sueño es fundamental para el desarrollo físico y mental del niño, pero poco se sabe sobre sus funciones específicas en el primer año de vida. Según un reciente artículo, dormir la siesta parece ser clave para consolidar lo que aprenden los bebés.
Los niños participantes en los experimentos del equipo de investigación, con una edad de 6-12 meses, tuvieron que repetir ciertas acciones con títeres cuatro horas después de haberlas aprendido por primera vez. Aquellos que durmieron durante al menos media hora en ese intervalo obtuvieron mejores resultados y, además, siguieron reteniendo la información 24 horas después.
El sueño impide que otros acontecimientos interfieran en la fijación del recuerdo y además, gracias a él, se pone en marcha un importante proceso de fortalecimiento de la memoria. Mientras el niño duerme, se codifican los recuerdos y se transfieren del hipocampo –parte del cerebro implicada en la memoria inmediata– a la neocorteza –área involucrada en la memoria a largo plazo–. Según los autores, es posible que en el cerebro de los bebés, el hipocampo tenga una capacidad muy limitada y dormir sea su modo de descargar información en la neocorteza antes de olvidarla.
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